Todos los padres de un niño con trastornos de lectura recuerdan esos momentos en los que se hizo evidente que algo iba mal. Puede que el niño invirtiera las letras o no reconociera las rimas.
Lamentablemente, estas señales tempranas rara vez se ven como lo que son: síntomas de un problema de lectura mayor. En cambio, el camino desde que los padres perciben por primera vez un indicio revelador hasta que se diagnostica a su hijo puede durar años. En retrospectiva, los padres pueden preguntarse cómo podría haber sido la educación de su hijo si hubieran sido capaces de entender esas primeras señales como lo hacen ahora.
Los padres en ӣƵ de niños con una diferencia de aprendizaje se tomaron un momento para compartir sus historias en respuesta a la pregunta “¿Cuáles fueron las primeras señales o síntomas de que tu hijo tenía un trastorno del aprendizaje?”. A medida que vas leyendo, te darás cuenta de que, para muchos padres, el diagnóstico completo no llegó hasta el tercer grado, aunque las señales ya estaban presentes desde el kínder o, en algunos casos, en preescolar. Todos coinciden en que la intervención temprana es imprescindible y que el primer paso se suele tomar cuando los padres se dan cuenta de que algo va mal.
Darles sentido a los sonidos mezclados
Mi hija hablaba desde muy pequeña y tenía un vocabulario amplio, pero mezclaba los sonidos. Por ejemplo, “Alabama” lo pronunciaba como “Alavama” y “spaghetti” sonaba como “bisketti”. Le costaba aprender los colores y atarse los cordones de los zapatos. Le encantaban los libros y que le leyeran, pero tenía dificultades para separar los sonidos. Por ejemplo, no podía entender que si se eliminaba el sonido “k” de “cat”, sería “at”, o que si se añadía un sonido “b” a “at”, sería “bat”. Le costaba entender que si yo decía “baseball” y le pedía que no dijera “ball”, solo quedaría “base”.
En preescolar estábamos preocupados, pero nos repitieron que no nos preocupáramos, que era solo un retraso en el desarrollo. No tuvimos un diagnóstico definitivo hasta el tercer grado (porque fuimos fuera del sistema escolar). Este artículo de ӣƵ es de lectura obligatoria para todos los padres: ¿Es un trastorno de la lectura o un retraso del desarrollo?
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Las virtudes de la intervención temprana
Tengo dos hijos con dislexia. Con el primero, no descubrimos su trastorno hasta que estaba terminando el tercer grado.
Desde que mi hijo era pequeño, tenía problemas de habla y solo yo entendía lo que decía. Pero cuando preguntaba a su médico o a otras personas, me decían que no era raro, que los niños tardaban más en hablar que las niñas.
Cuando empezó el primer grado, por problemas de comportamiento, lo llevamos al médico, que le diagnosticó un trastorno de hiperactividad. Así que solo lo tratábamos por eso. Para entonces, su habla había mejorado, pero la forma en que escribía seguía generándome dudas. Hacía las letras correctamente, pero el trazo estaba al revés o invertido. Además, cuando estudiábamos ortografía, a los 10 minutos se olvidaba de las palabras y confundía las letras. Vivimos en Nicaragua, así que lo llevamos a Costa Rica, donde le diagnosticaron TDA y dislexia. Por fin pudimos empezar a tratar el problema.
Con mi segundo hijo fue diferente. Yo era más consciente de las señales, que al principio eran las mismas. Le costaba pronunciar las palabras y, de nuevo, solo yo parecía entenderle. Esta vez nos dimos cuenta antes. Al año y medio tenía un retraso en la motricidad y el lenguaje, así como problemas con las secuencias y los números. Al final del primer grado, volvimos a Costa Rica para que le hicieran pruebas. Puedo decir que los niños se desarrollan de forma muy diferente si se detecta la dislexia a tiempo. Su autoestima sufre mucho menos y la terapia da mejores resultados. En ambos casos, la escuela no fue quien me dijo que algo iba mal: confié en mis sentimientos. — Octaviana
Mi hija siempre tuvo problemas para mezclar sonidos y añadir letras a palabras que no deberían estar ahí. Además, después de dos años de preescolar y uno de kínder, no recordaba todas las letras del alfabeto y tenía problemas para asociar sonidos con letras. Confundía “mañana” con “ayer”, “derecha” e “izquierda”, “arriba” y “abajo”, etc. Pero yo no creía que fuera nada grave; pensaba que lo superaría.
Otra señal era su extrema dificultad para leer palabras pequeñas como a, an, to, for y the. Las leía en una página y las olvidaba en la siguiente. Siempre me pareció extraño. Era como si no tuviera la capacidad de recordar lo que acababa de leer.
El psicólogo que la examinó la clasificó con un “problema de aprendizaje inespecífico”, pero yo también fui a la biblioteca, leí y tuve mi momento de claridad. Todas las señales descritas por la Dra. Sally Shaywitz estaban ahí y supe que la enfermedad de mi hija tenía un nombre. — Belamaria
Diagnóstico doble
Nuestra historia es bastante típica. Mis gemelas parecían bastante espabiladas y, según todos los libros para bebés, eran avanzadas o estaban en buen camino. Cuando tenían dos años y medio, la gemela B empezó a retroceder en el habla y a dejar que la gemela A fuera la “portavoz”. Pensé que era cosa de gemelos y las matriculé en clases de preescolar separadas para obligar a la gemela B a hablar sola. Eso pareció ayudar a que la gemela B volviera al buen camino, pero su habla seguía yendo un poco por detrás de la de su hermana. A los cuatro años, la gemela B empezó a recibir terapia del habla por problemas de articulación. La única otra cosa que noté fue que ninguna de las dos niñas parecía entender la rima. No tenía ni idea de que se trataba de una señal temprana de dislexia.
En kínder les parecía ir bien, excepto por una gran señal de alarma: La gemela B desarrolló una ansiedad extrema ante los libros y la lectura. Se negaba a fijarse en las palabras y miraba por la ventana, al suelo o a cualquier otro sitio y se limitaba a lanzar palabras al azar. La gemela A se esforzaba, pero no parecía progresar en absoluto. La escuela colocó a las niñas en sus grupos de recuperación de lectura. El verano siguiente las inscribí en una clínica de lectura a través de una universidad de formación pedagógica. Acudieron a esa clínica durante casi un año y medio, pero seguían con escasos resultados.
La gran crisis llegó al principio del tercer grado. (¿Por qué siempre es el tercer grado?) Ambas niñas sufrían una ansiedad extrema, que se manifestaba en la negativa total a cooperar con casi cualquier cosa y en rabietas violentas a diario. Así comenzó nuestro proceso de diagnóstico y también empezaron nuestras guerras con las escuelas. A ambas niñas se les diagnosticó TDAH y dificultades de aprendizaje basadas en el lenguaje. Solo entonces descubrí que todos los programas de la escuela y las técnicas de la clínica de lectura eran completamente inservibles para sus discapacidades. Había malgastado años de tiempo, dinero y espíritu en cosas equivocadas.
Ojalá pudiera decir que las cosas cambiaron rápidamente a mejor en ese momento, pero seguíamos fallando. Hay mucha gente que se dedica a ayudar a niños “raros”. Todos te dirán que su método es el mejor. Ojalá pudiera darte un consejo sabio para saber a quién creerle, pero la cura para los problemas de un niño puede ser inservible para los tuyos. Todo lo que puedo decirte es que es difícil equivocarse con cualquier programa de lectura basado en el método . Por desgracia, encontrar y costearse este tipo de programa no siempre es fácil. — Drjohnson
Un camino con muchas curvas
Mi hijo es gravemente disléxico, tiene problemas de atención y de motricidad fina y es extremadamente inteligente y sociable. Es el hermano pequeño de una hermana que alcanzó pronto todos los hitos. Nos dimos cuenta de que, en comparación, él era muy lento para alcanzar los hitos motrices y lingüísticos.
Cuando tenía dos años y medio y aún no hablaba, solicitamos que lo derivaran a Intervención Temprana, aunque nuestro médico no veía la necesidad.
Fue evaluado y recibió servicios de terapia del habla y terapia ocupacional. Desarrolló su lenguaje rápidamente y quedó claro que tenía unas habilidades verbales extraordinarias, aunque mostraba algunos de los síntomas clásicos de una discapacidad lingüística, como problemas para encontrar palabras, una sintaxis extraña y dificultades con los verbos irregulares.
A los 3 años, cumplía los requisitos para recibir terapia ocupacional y fisioterapia en la escuela. En preescolar, se desenvolvía muy bien con las rutinas y en el esquema social, pero evitaba todas las actividades de mesa como dibujar, garabatear o pintar. Prefería los bloques, el juego imaginativo, la plastilina y la mesa de arena y agua. Estábamos un poco preocupados porque no parecía estar desarrollando ninguna habilidad de prelectura.
Llegó el kínder y empezó a fracasar estrepitosamente. Todas las actividades de conciencia fonémica eran un desastre. La escritura le resultaba extremadamente difícil a pesar de la intervención de la terapia ocupacional. Las habilidades para contar y la correspondencia uno a uno estaban retrasadas.
Ahora sabemos que los retrasos y las dificultades lingüísticas como las que él tenía son indicadores de dislexia. Sus dificultades motoras finas presagiaban disgrafía. Las dificultades en la planificación motora eran un aviso de futuras dificultades en la planificación, la organización y el cumplimiento de las tareas.
En primer grado, la escuela le prestaba un apoyo muy importante, pero a pesar de sus esfuerzos, seguía fracasando. En tercer grado fue transferido a un nuevo centro especializado en enseñanza multisensorial y empezó a prosperar. — Michellea