Sally: Mamá, ¿puedo salir a jugar después de cenar?

Mamá: No esta noche, querida.

Sally (quejándose): Pero ¿por qué?

Mamá: No quiero que estés demasiado cansada para la escuela mañana, y, además, has salido las últimas tres noches seguidas.

Sally (enérgicamente): ¡Esa es una razón estúpida! Kathy, Ryan y Mónica salen más de tres noches seguidas. A ti te caen bien esos niños, y sus padres incluso van a nuestra iglesia. Entonces, ¿por qué no?

Mamá (exasperada): ¡Porque lo digo yo!

Sally (con mirada desafiante): ¡No! No me voy a quedar en casa, ¡y tú no puedes obligarme!

¿Qué hay detrás de la resistencia?

¿Qué padre no puede identificarse con la situación extremadamente frustrante descrita arriba? Como padre, esperas que tu hijo haga lo que le pides, de manera respetuosa. ¿Por qué tu hijo desafía tu autoridad? No hay misterio en por qué los niños dicen “no” a las indicaciones de los padres. Este comportamiento no conforme les permite:

  • ganar atención
  • evitar una tarea que no quieren hacer
  • sentir que tienen el poder al tratar de irritarnos

Con demasiada frecuencia, los padres se centran únicamente en la forma o apariencia externa del comportamiento del niño y no se detienen a pensar en qué propósito tiene para el niño. Por ejemplo, una niña puede llegar a casa enojada después de ser acusada falsamente de hablar en el salón de clases. Puede haberse sentido impotente al tratar de convencer al maestro de su inocencia. Entonces, al llegar a casa, puede que a propósito tire un libro de un estante. Cuando su papá le pide educadamente que recoja el libro, ella responde: “¡No, no voy a recoger el libro! ¡Tú no puedes obligarme a recoger el libro! ¡Nadie puede obligarme a recoger el libro!”.

La forma del comportamiento —tirar un libro del estante— es el aspecto menos importante que el padre debe abordar. La niña podría haber arrojado la mochila en su habitación, negarse a hacer las tareas después de la escuela, o gritarle a su papá. Entonces, ¿qué propósito tiene su comportamiento? Tirar el libro al suelo es una manera en que la niña se siente empoderada después de sentirse tan impotente en la escuela.

Estableciendo las bases para nuevas estrategias

Aquí tienes algunas condiciones previas importantes para aumentar la cooperación de tu hijo:

  • Primero, ten en cuenta que algunas formas habituales de tratar a tu hijo (especialmente castigarlo) pueden estar empeorando las interacciones negativas y haciéndolas más difíciles de cambiar. Cuando un niño responde a una indicación de un padre quejándose, haciendo un berrinche o simplemente diciendo “no”, es común que el padre castigue al niño. Pero los niños que son poco cooperativos probablemente han sido castigados repetidamente. Si el castigo funcionara, un padre lo usaría menos seguido en lugar de más seguido porque el resultado del castigo sería reducir o detener los comportamientos desfavorables del niño. Además, cuando intentas aplicar un castigo, puedes fácilmente entrar en una lucha de poder con tu hijo. Una vez que te encuentras en una lucha de poder, el niño ya “ha ganado” por haber conseguido justo lo que quería: sentirse en control de la situación al irritarte.
  • Segundo, las investigaciones nos dicen que la forma en que le pides algo a un niño puede afectar cómo reacciona. Es más fácil evitar las luchas de poder y obtener la cooperación de tu hijo si le das instrucciones de manera clara, directa y específica, usando las mínimas palabras posibles, y le das un tiempo razonable para cumplir lo que le pediste. Por el contrario, puedes fomentar las luchas de poder con tu hijo si tus órdenes son vagas, demasiado verbales e incluyen múltiples instrucciones para el comportamiento deseado (Walker, Ramsey, & Gresham, 2004).
  • Tercero, antes de que puedas probar estas nuevas estrategias para lograr la cooperación, debes ser capaz de crear una buena relación con tu hijo. Una buena relación implica comunicarse con un niño, usando el punto de vista del niño. Aquí hay un ejemplo: una niña le dice a su padre después de la escuela, “Papá, todas las niñas en mi salón de clases tienen uñas cortas. Quiero estar a la moda también, así que voy a comenzar a morderme las uñas”. El padre responde: “Creo que es importante para las niñas pequeñas estar a la moda, y quiero que tú también estés a la moda”. Esta respuesta crea una buena relación porque valida lo que su hija está buscando. Después de todo, ¿qué puede decir ella en respuesta? “No, te equivocas; realmente no quiero estar a la moda”. Una vez creada la buena relación, se vuelve más fácil obtener la cooperación.

Nuevas estrategias para fomentar la cooperación

Hay cuatro estrategias poco usuales, pero más positivas, para aumentar la cooperación y evitar las luchas de poder con tu hijo. Aunque estos enfoques requieren que reconsideres algunas maneras de manejar el comportamiento de tu hijo, manejar la resistencia no tiene por qué ser un asunto complicado, que consuma tiempo y sea frustrante. Los niños siempre nos dan pistas sobre cómo tratarlos con éxito. Pero debes estar buscando estas pistas y saber cómo convertirlas en estrategias para manejar el comportamiento de tu hijo. Desafortunadamente, cuanto más mayores nos hacemos, más podemos quedarnos atrapados en formas habituales de mirar y responder al mal comportamiento de nuestros hijos. En consecuencia, no captamos estas pistas importantes que son clave para la cooperación.

La clave para cambiar el comportamiento obstinado de un niño es cambiar el contexto (ya sea el entorno o las circunstancias) que rodea su comportamiento. Si lo piensas, cualquier comportamiento obtiene su significado del contexto en el que ocurre: las habilidades de un salvavidas tienen más sentido en el contexto de una piscina pública que en una pista de esquí; leer tiene más sentido en el contexto de una biblioteca que en un partido de fútbol. Todo comportamiento está definido por su contexto. Por lo tanto, si puedes cambiar el contexto que rodea el comportamiento de tu hijo, también puedes cambiar el significado, el propósito y su motivación para tener ese comportamiento. Describiré cuatro estrategias basadas en esta idea.

Tres consideraciones importantes para usar estas técnicas

  • Ten en cuenta que estos métodos implican decirle a un niño que continúe realizando el comportamiento no deseado de alguna manera. Sin embargo, el problema a corto plazo tendrá una recompensa a largo plazo para los niños más cooperativos.
  • Debido a que permitirás que un niño realice un comportamiento no deseado, estos enfoques no pueden utilizarse para comportamientos que son peligrosos para otros (es decir, agresión) o para el niño (es decir, autolesión).
  • Lo más importante, debes ser capaz de presentarle estos enfoques a un niño con una actitud que le indique que te encantaría que él pueda mejorar aún más el comportamiento. Cuando no respondes negativamente, no hay recompensa para el niño para continuar el comportamiento.

Incitar al niño a participar más en el comportamiento

La idea detrás de este enfoque es que todos tienen un nivel de tolerancia respecto a cuánto de un comportamiento quieren realizar. Cuando hacemos que el nivel de tolerancia de un niño sea intolerable, él cambiará el comportamiento por sí mismo. Recuerda el ejemplo del padre cuya hija quería estar “a la moda” teniendo las uñas cortas. Él se comunicó de manera acertada con ella, luego programó tiempo para que ella realizara el comportamiento indeseable. “Tienes mucho que ponerte al día”, le dijo. “Todos los días cuando vuelvas de la escuela, ¿por qué no tomas el cronómetro, vas a tu habitación, lo ajustas por 15 minutos y practicas morderte las uñas?”. El padre no estaba enojado, ni le dio la típica charla sobre las desventajas de morderse las uñas. En cambio, expresó agrado de que su hija tuviera la oportunidad de “ponerse al día” y “estar a la moda” con sus compañeras de clase.

Su hija siguió sus instrucciones al pie de la letra porque (1) era lo que quería hacer y (2) las instrucciones no fueron presentadas como un castigo. Durante varios días, su hija pasó cada vez menos tiempo mordiéndose las uñas, hasta que un día le dijo a su padre: “Papá, creo que voy a empezar un nuevo estilo en la escuela —uñas largas—”. El comportamiento ya no era divertido de realizar.

Incitar al niño para que realice el comportamiento en un lugar diferente

Este enfoque a menudo puede usarse junto con cambiar la duración del comportamiento. Un ejemplo de este enfoque combinado sería establecer una “silla para quejarse”. Quejarse es uno de esos comportamientos que enloquecen a los padres. Cuanto más le señalamos a un niño que se está quejando y le pedimos que pare, más se queja.

Cuántas veces le has dicho a un niño que no se queje, solo para que el niño responda con una voz aún más quejumbrosa: “¡No me estoy quejando!”.

Como en el enfoque anterior, dile al niño de manera entusiasta y sincera que hay un nuevo lugar para quejarse llamado “la silla para quejarse”, donde él puede mejorar aún más su forma de quejarse. Exprésale tu confianza en que la forma en que se queja puede mejorar, pero que no estás seguro de cuánto tiempo tomará. Como resultado, quejarse ya no es divertido, y es más probable que el niño ya no lo haga —exactamente lo que queremos—.

Programa un tiempo para que ocurra el comportamiento problemático

Un problema común para los padres son los hermanos que discuten, se molestan mutuamente o se irritan entre sí. Este problema se puede remediar reservando un tiempo determinado para que los hermanos discutan. Podrías decirles a tus hijos: “Últimamente ustedes dos discuten mucho. Tengo una idea que hará que dejen de discutir o, al menos, les ayudará a mejorar. Todos los días después de la escuela, pueden sentarse uno frente al otro en la mesa de la cocina. Pondré un cronómetro por 30 minutos y podrán discutir todo lo que quieran”.

Este enfoque se puede modificar cuando los hermanos pelean en el auto. Detén el auto junto a la acera y diles a tus hijos que no puedes conducir cuando están discutiendo porque no es seguro. Diles que esperarás fuera del auto mientras terminan de pelear. La mayoría de los niños dejará de pelear en un par de segundos y querrán que regreses al auto.

Pero volver al auto en ese momento no funcionará: su pelea simplemente volverá a ocurrir rápidamente. Por lo tanto, hazles saber a los niños que no crees que hayan tenido realmente suficiente tiempo para terminar de pelear. Inmediatamente te dirán que han terminado. Entonces les dices: “De acuerdo, pero antes de volver al auto, quiero que ambos propongan un plan para evitar pelear nuevamente”. Luego espera otro minuto o dos. ¡La tercera vez debería ser la definitiva!

Hay otras formas de modificar este enfoque. Por ejemplo, puedes decirle a un niño: “Voy a darte una instrucción para hacer algo que no querrás hacer. Así que quiero que te quejes y hagas un berrinche ahora para terminar con eso antes de que te dé la instrucción”. Este enfoque funciona para niños que constantemente preguntan “¿por qué?” cuando se les dice que no pueden hacer algo. No hay una razón lógica que puedas dar por decir “no” que el niño acepte. Su objetivo es agotarte y hacerte ceder. Incluso si no cedes, al menos obtiene algo de ganancia al verte molesto.

Así que, cuando un niño pregunte “¿por qué?”, puedes responder diciendo: “¿Realmente quieres saber por qué, aunque no cambie mi decisión y la respuesta que voy a darte es realmente estúpida?”. La última parte de esta pregunta está diseñada para adelantarse al niño. Sabemos que, sea cual sea la respuesta que demos, el niño dirá: “Eso es estúpido”. Decirle que es una respuesta estúpida antes de que él te lo diga te permite estar de acuerdo con él cuando posteriormente lo diga.

Aquí hay un ejemplo: “La razón por la que no puedes salir esta noche es porque no me puse mis pantalones verdes”. “¿Qué?” dirá el niño, “esa es la respuesta más estúpida que he escuchado”. Luego respondes: “Tienes razón, es una respuesta realmente estúpida, pero si me das un segundo, puedo llegar a una respuesta aún más estúpida”. Para este momento, el niño habrá perdido interés y se habrá alejado.

Cambia la forma del comportamiento

Este enfoque funciona bien cuando intentas decirle algo a un niño y este se niega a mirarte. En lugar de molestarte, puedes instruir al niño para que se cubra los oídos con las manos para asegurarte de que no escuche ni una palabra de lo que dices. Si sigue tus instrucciones, está siendo cooperativo. Cuando obtienes cooperación en un área, es más fácil obtener cooperación en otra área. Al menos, ahora el comportamiento está bajo tu control. Si el niño se niega a cubrirse los oídos, puedes comentar que tal vez quiera escuchar algo de lo que estás diciendo, y entonces puedes negarte a terminar.

Cambiando tu enfoque para recuperar el control

Los padres pueden manejar la resistencia de los niños de una manera positiva y efectiva. Pero es posible que tengas que salir de tu zona de confort y ser creativo en tus respuestas al mal comportamiento de tu hijo. Aquí te presentamos un ejemplo final: una madre y su hija están en un centro comercial, entonces la hija hace una rabieta enorme, un berrinche de tirarse al suelo con brazos y piernas moviéndose sin control. La madre inmediatamente se tira al suelo y comienza a hacer una rabieta junto a su hija. La hija se detiene instantáneamente, se levanta y dice: “Mamá, deja eso, ¡me estás avergonzando!”. Ya sea que tengas o no el talento dramático de esta madre, la lección general se aplica: no te quedes atrapado en patrones frustrantes de reacción a la resistencia de tu hijo. A menudo tienes más poder de lo que crees para cambiar el comportamiento negativo de tu hijo.

Referencias

Walker, H. M., Ramsey, E., et al. (2ª ed.). Belmont, CA: Wadsworth/Thomson, 2004.
Maag, J. W. . Longmont, CO: Sopris West, 2001
Maag, J. W. . Philadelphia, PA: Charles Press, 1996