1. “Te entiendo”.

    “Lo sé. Tras haber pasado todo el día sentado en clase, puede que lo último que quieras hacer es volver a sentarte y trabajar en 10 problemas largos de división”. Esta es la manera empática de comenzar una conversación relacionada con la aversión hacia las tareas, sugerida por Adele Faber, autora de (Cómo Hablar para que los Niños Escuchen y Cómo Escuchar para que los Niños Hablen). La mencionada autora indica que, posteriormente, debes explicar el problema y discutir posibles soluciones: “El problema es que tu maestro insiste en que todos practiquen más. En ese caso, ¿qué haría las cosas más fáciles para ti?, ¿dividir el trabajo?, ¿resolver cinco problemas antes de la cena y cinco después? o ¿preferirías jugar primero y luego resolverlos todos a la vez?”.

  2. “Somos un equipo”.

    “Con frecuencia, los padres adoptan una actitud negativa”, comenta Deborah Tillman, de . “El niño dice: ‘¡No haré la tarea!’ y el padre dice: ‘¡Sí que la harás!’. Entonces la situación se convierte en una discusión interminable”.

    Tillman afirma que te conviene motivar a tu hijo, pero también te conviene asegurarte que entienda que no pelearás por la tarea.

    “Lo que yo hago es lo siguiente: hora de tareas para toda la familia. Todos deben realizar una actividad. Llevo a todos los niños a la mesa: un estudiante preescolar, uno de undécimo grado y uno de escuela intermedia. Todos realizan la tarea durante la hora establecida para ello. De esta manera, resulta mucho más sencillo pues sienten que no están solos”.

  3. “¿Te apetece una merienda?”

    Christine Carter, experta en desarrollo infantil y autora de El Aprendizaje de la Felicidad, afirma que cuando un niño presenta dificultades, suele deberse a que la tarea le resulta difícil o aburrida. Además, la hora de las tareas suele llevarse a cabo cuando el niño está exhausto y malhumorado. “Se ven obligados a hacer tareas al final del día, cuando han agotado todo su autocontrol. Por lo tanto, se le está exigiendo algo muy difícil a los niños”, afirma la mencionada autora. “Para restaurar dicho autocontrol, sus niveles de glucosa en la sangre necesitan aumentar”.

    Por lo tanto, cuando el niño diga que odia las tareas, Carter indica que puedes decir: “Bueno, las odiarás un poco menos después de una pequeña merienda”. Ofrécele algo rico en proteínas y no olvides hidratarlo con un vaso grande de agua. Tras haber restaurado los niveles de glucosa y el buen humor, las tareas resultarán un poco más sencillas.

  4. “Cuéntaselo al maestro”.

    “Cuando el niño se queja de tener mucha tarea, suele tener razón”, afirma Madeline Levine, psicóloga y autora de El Precio del Privilegio. Cuando el niño tenga la edad suficiente, puede comenzar a defender sus intereses y hablar con el maestro acerca de la cantidad de tareas asignadas. Además, dicha acción le enseñará algo importante: cómo comunicar que algo no está funcionando para él. “Pues en el futuro tendrá que asistir al trabajo y hablar con su jefe, compañero de habitación en la universidad o cónyuge”, explica Levine.

  5. “Divide el trabajo”.

    En el libro , la escritora Anne Lamott describe de forma espléndida la desesperación de su hermano de 10 años tras haber postergado un largo proyecto asignado como tarea (un reporte sobre aves) hasta el último minuto.
    “…Estaba sentado en la mesa de la cocina, al borde las lágrimas, rodeado por carpetas, lápices y libros cerrados sobre aves, paralizado ante la inmensidad de la tarea a realizar. Entonces, mi padre se sentó a su lado, colocó su brazo alrededor del hombro de mi hermano y dijo: ‘Ave por ave, amigo. Resuélvelo ave por ave’”.

    Lammot aprendió una lección digna de ser escrita a partir de las sabias palabras de su padre, pero en dichas palabras también yace una lección para los padres. “Los niños experimentan mucho miedo y estrés al realizar proyectos grandes”, afirma Diane Divecha, psicóloga del desarrollo e investigadora afiliada al Centro de Inteligencia Emocional de Yale.

    Cuando tu hijo presenta dificultades con un proyecto grande asignado como tarea (o con el temor a comenzar), ayúdalo a dividir el trabajo en partes manejables. Muéstrale cómo elaborar una lista de actividades pendientes, una lista de cosas que necesitará y una línea de tiempo que describa cada paso a realizar. Ofrece tu ayuda en lo relacionado a la distribución del tiempo, incluyendo reducir el tamaño del proyecto en caso de ser necesario. Sin embargo, resiste la tentación de ayudar con la realización del trabajo en sí. A pesar de que tu impulso tenga buenas intenciones, perjudicará en lugar de beneficiar. “Ayudar en exceso deteriora la motivación intrínseca del niño, la seguridad en sí mismo y el desarrollo de habilidades”, afirma Divecha.

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