Reginald Mosley intentó darle a la escuela el beneficio de la duda. Hace dos años, el padre soltero de seis niños se mudó de Tennessee e inscribió a tres de sus hijos, de 5, 6 y 7 años, en Sankofa Academy en Oakland, California. Tanto a sus hijos como a él les agradó la comunidad de padres y niños.

Sin embargo, Mosley no tardó en darse cuenta de los abrumadores desafíos que enfrentaba la escuela. Sufría una deplorable escasez de útiles básicos como papel y lápices. Muchas veces, el personal docente joven e inexperto invertía más tiempo controlando disturbios que enseñando. Y lo más problemático: las calificaciones en pruebas de la escuela estaban muy por debajo del promedio estatal. Solo 7 por ciento de los niños dominaba las matemáticas, en comparación al promedio estatal de 38 por ciento, y solo 11 por ciento dominaba el inglés, en comparación al promedio estatal de 49 por ciento.

“Le estaban fallando a los padres y a los niños”, señala Mosley, quien actualmente está estudiando para obtener un título en programación. En su tiempo libre, intentó ayudar. Se ofreció como voluntario en el aula de sus hijos y se comunicaba frecuentemente con los maestros para asegurarse de que los niños iban por buen camino. También intentó organizar una Asociación de Padres y Maestros (PTA, por sus siglas en inglés), pero desistió debido a la falta de interés de otros padres y el poco apoyo de la administración.

Mosley sintió esta falta de apoyo especialmente de parte de la directora. “No estaba ahí para los niños”, afirma Mosley. “Solo velaba por sus propios intereses”.

La impresora fue la gota que derramó el vaso. La escuela no tenía una. Algunos maestros les pedían a los padres que les sacaran copias a las hojas de trabajo en sus oficinas. Algunos maestros decidieron mejor no dejar tareas. Mosley le preguntó al encargado de información en la Universidad de California en Berkeley si la institución podía donar una impresora. Inmediatamente dijeron que sí. La directora, relata Mosley, no estaba interesada en la donación. “Le dije: ‘¿Por qué no querría una impresora si la escuela no tiene una?’. Me respondió: ‘No queremos chatarra’”.

Cuando la nueva impresora llegó a la escuela, la directora, relata Mosley, se mantuvo extrañamente reservada, casi despectiva, respecto a esta donación de primera necesidad. Mosley no se quedó para ver si el personal llegó a utilizar la impresora. “El día que la trajeron, me fui de la escuela”, cuenta Mosley, quien transfirió a sus hijos a Montclair Elementary, una escuela pública de alto desempeño.

Sus hijos dicen que prefieren a los nuevos maestros y a la nueva escuela, pero Montclair no es lo que Mosley quiere para sus hijos.

¿El mayor problema? En una palabra, señala Mosley, “raza”.

Un sistema disfuncional

Cerca del 70 por ciento de estudiantes de Sankofa Academy son afroamericanos o negros; solo 13 por ciento de los estudiantes en Montclair Elementary los son. Mosley quiere la mejor educación para sus hijos y también quiere que crezcan en una comunidad donde no sean una minoría. No quiere tener que elegir entre comunidad y rigor académico. Por desgracia, en su experiencia, esto ocurre muy a menudo. En todo el país, las escuelas de bajos ingresos, sobre todo aquellas cuyo cuerpo de estudiantes está compuesto principalmente por afroamericanos, negros y latinos, tienen menos recursos y les exigen más a maestros menos experimentados. Puede que no sea de extrañar, pero también tienen dificultades para cumplir con los estándares académicos básicos.

“Hay escuelas que tienen recursos, y otras que no los tienen”, señala Mosley. Tras observar un sistema que él considera disfuncional, Mosley intenta cambiar la ecuación. En poco tiempo, se ha convertido en uno de esos padres hiperactivos. Presta servicio en el consejo escolar (SSC, por sus siglas en inglés) de Montclair. Inició un comité para estudiantes que están aprendiendo inglés (ELL, por sus siglas en inglés). Cuando enfrentó el rechazo sobre la necesidad de ese comité, relata que le informó de manera tranquila pero firme al director: “Es ilegal no tener uno”.

Próximamente, llevará su misión al máximo nivel postulándose para el comité escolar. Participando en un comité de cuatro a siete personas, los padres como Mosley pueden generar cambios radicales que les permitan mejorar la vida de miles de estudiantes. De hecho, hay (enlace en inglés) para lograr que más personas como Mosley se involucren con su comité escolar.

Cómo se hace un activista

Mosley nunca había asistido a un comité escolar local antes de considerar su postulación. Por lo tanto, comenzó a asistir a las reuniones dos veces al mes. “Es importante que los padres vayan a enterarse de lo que está pasando, y si el comité escolar está velando por ellos”, explica Mosley, quien encontró una base de apoyo en , una organización de empoderamiento para padres que ayudó a capacitar a Mosley para ser un activista educativo eficaz.

“Nos centramos en desmantelar el sistema y empoderar a los padres para concentrarse en sus hijos”, afirma Lakisha Young, directora ejecutiva y fundadora de , una organización sin fines de lucro que educa a los padres sobre mejorar las escuelas. “Es importante demostrarles a las personas el poder que tienen; el poder que tienen los grupos de padres que se comunican con los responsables de tomar las decisiones. Es un enfoque muy distinto a simplemente hablar con un maestro y el director”.

Históricamente, el sistema educativo estadounidense exige mucha participación de los padres. Los padres trabajan como voluntarios en las escuelas, recaudan fondos para la Organización de Padres y Maestros, organizan clubs de lectura y transportan a los equipos deportivos en vehículos compartidos. Sin embargo, a nivel nacional, organizaciones como The Oakland REACH están cultivando una nueva generación de líderes entre los padres que quieren causar un impacto profundo y duradero en su sistema educativo. Luchan por la equidad educativa en sus comunidades con la esperanza de eliminar la desigualdad entre los que tienen recursos y los que no los tienen.

Esta tendencia nacional se refleja en una nueva generación de organizaciones para el empoderamiento de los padres, muchas de las cuales no existían hace 10 años, incluyendo , que tiene cinco bases en California; en Los Ángeles; en Houston; en el estado de Washington; y la . Cada una de estas organizaciones se centra en capacitar y movilizar a los padres para convertirse en líderes que transformen la educación pública.

“Estos padres no necesariamente forman parte de la Asociación de Padres y Maestros”, señala Young. “Pero son defensores acérrimos de sus hijos. ¡Si juntas a un grupo de personas tenaces, puedes lograr muchas cosas!”.

Tomando las riendas de la educación a través del comité escolar

Mosley suelta una carcajada cuando se le pregunta si él es una de esas personas tenaces. “Sí, creo que hay personas que me ven de esa manera. Cuando eres una persona tenaz, mantienes la calma, evitas dejarte llevar por las emociones y te concentras únicamente en los hechos”. Para Mosley, los “hechos” implican presionar a la escuela y al distrito para adherirse a la ley de manera que, según él, “a todos los niños se les garantice ese derecho estadounidense básico: la oportunidad igualitaria a una buena educación”.

Hasta la fecha, mediante campañas intensivas, Young afirma que su organización ha tenido más de 4.500 conversaciones individuales con padres de Oakland e inscribió a 250 de ellos en un programa de capacitación de seis semanas llamado Oakland Family Advocacy Fellowship. Tras haber terminado su período en el programa, Mosley sabe que este es tan solo el primer tramo del maratón que se comprometió a correr al postularse para el comité escolar en el año 2020.

Aunque la mayoría de comités escolares de todo el país están llenos de entes políticos con infinidad de recursos financieros, Mosley se mantiene firme. “Tendré que invertir mucho tiempo, esfuerzo y energía. Pero estoy dispuesto a hacerlo”. Además de recibir educación, y mucha orientación de The Oakland REACH, también está involucrado en , otro grupo de activismo educativo.

En la fase previa a su campaña, Mosley es un estudiante modelo, haciendo tareas adicionales de forma diligente al asistir a reuniones todos los miércoles por la noche, alternando entre las reuniones del comité del Distrito Escolar Unificado de Oakland (OUSD, por sus siglas en inglés) y la reunión de la Asociación de Padres y Maestros en la escuela de sus hijos. Para aprender consejos y tácticas sobre cómo lanzar una campaña para el comité escolar, .

En una reunión reciente del OUSD, Mosley se sienta en silencio entre la gran multitud de padres y estudiantes frustrados, quienes exigen la restauración de un programa alimenticio que fue recortado, y el personal del OUSD, que presenta varias demandas y quejas. Se ha formado una larga fila de personas esperando la oportunidad de hablar por el micrófono para dirigirse al comité escolar que está sentado en el escenario. Solo hasta hace poco, Mosley se ha sentido lo suficientemente seguro como para ponerse de pie y hablar con los que están en el poder. Pero en esta reunión en particular, Mosley decidió quedarse en su asiento y escuchar atentamente. Esta, explica él, también es una estrategia: en lugar de ponerse a gritar sin pensar, está considerando con cuidado qué hacer (y qué no hacer) de manera que pueda convertirse en el mejor miembro posible del comité escolar.

“Si quiero que las cosas sean diferentes, ¿cómo puedo lograrlo?”.