Mi hija se dejó caer en el carro, pero estaba inusualmente callada. Mi radar de mamá inmediatamente me lanzó una advertencia. Un chiste recurrente en mi familia es que mi hija nació hablando. No hay pausas silenciosas en una conversación pues ella siempre está contando sus historias. Algo definitivamente estaba pasando.
Me dijo: “Mami, quiero contarte algo, pero tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie más”. Me miró con una expresión demasiado seria para una chica de 13 años, rogándome que mantuviera el secreto.
Mi corazón se aceleró e intenté mantenerme serena en espera de la reacción que tendría con lo que le iba a decir. “Cariño”, respondí con gentileza, “lo siento, pero no puedo prometer eso sin saber de qué se trata”. Ella se quedó pensativa por un momento y luego decidió contarme. Me dijo que su amiga Beth le había contado en secreto que su novio la había drogado y tuvo sexo con ella utilizando una botella de gaseosa.
El horror y la incredulidad me paralizaron por un momento. Alguien tenía que saberlo, pero ¿quién?
Los secretos son muy preciados entre las amistades de preadolescentes y adolescentes. Nuestros hijos nos los comparten bajo la creencia de que, por extensión, nosotros estamos sujetos a sus promesas. Destruir esa fe es desgarrador, complicado y, en ocasiones, necesario. ¿Qué haces cuando tu hijo te confía un secreto que involucra un comportamiento peligroso o nocivo? No hay normas establecidas, pero los expertos concuerdan en lo básico.
Mantén la calma y haz la prueba de los “daños serios”
Me considero una madre bien informada. Mi trabajo es escribir sobre educación, leo artículos sobre crianza e incluso asisto a conferencias. Sin embargo, no pude recordar ninguna indicación para lidiar con este dilema. Por lo que fui haciendo preguntas, tratando de mantener la calma. ¿Beth estaba herida? ¿Qué dijo ella que había pasado? ¿Le había contado a sus padres? Estaba intentando descifrar si Beth había sido violada o si este era un intento de experimentación sexual que salió terriblemente mal.
Incluso cuando no prometí mantener el secreto, le expliqué por qué tenía que decírselo a alguien. Le dije que, si ningún otro adulto sabía lo que había pasado, yo tenía la responsabilidad de proteger a Beth y, potencialmente, a otras niñas.
Quieres que tu hijo sienta que puede confiarte las cosas, explica (enlace en inglés), experta en crianza, autora y bloguera que aconseja a padres, adolescentes y preadolescentes en línea. Fox sugiere hacer “unas cuantas respiraciones profundas” antes de decir algo. “Lo último que quieres es que tu hijo se sienta mal por haberte contado algo que te hizo enloquecer por completo”.
Los casos de vida o muerte o de peligro serio son poco comunes. Es mucho más normal que los niños se preocupen por el comportamiento de un amigo — que se está juntando con las personas equivocadas, que alardea sobre haber hecho trampa en un examen, que quiere que mienta sobre dónde estuvo después de la escuela.
Que veas este comportamiento como rebeldía adolescente normal o como una señal de peligro puede depender del contexto y los valores familiares, dice Carolyn Stone, profesora de formación para consejeros en la Universidad de North Florida y jefa del comité de ética de la Asociación Estadounidense de Consejeros Escolares.
Stone sugiere aplicar una prueba de “daños serios predecibles”. “Si la línea entre lo que tu hijo dice y el potencial de daños serios y predecibles es muy delgada, entonces yo diría que ese es un buen barómetro”.
¿Qué se supone que deberías hacer?
Denise K. se sintió contrariada cuando su hija adolescente regresó a casa de un baile escolar y le dijo que su amiga Kelsey estaba demasiado ebria cuando la dejaron en su casa. Su hija le hizo prometer que no le diría a la mamá de Kelsey y Denise estuvo de acuerdo. Pero luego supo que las demás chicas no habían esperado para ver si Kelsey había entrado a su casa.
“Si ella fuese mi hija, me hubiese gustado que me lo dijeran”, dice Denise. “Especialmente si estuviera en peligro de intoxicación etílica o si yo estuviera con la duda de si alguien le había puesto algo en su bebida”.
Aun cuando era la 1:30 de la madrugada, Denise, su esposo y su hija se dirigieron a la casa de Kelsey. Si se encontraban a la chica desmayada en las escaleras de entrada, Denise estaba lista para contarle a sus padres. De camino a su casa, la hija de Denise intercambió mensajes coherentes con Kelsey, quien estaba dentro de su hogar y se acababa de cepillar los dientes. Con la satisfacción de saber que la amiga de su hija estaba bien, la familia dio la vuelta y regresó a casa. Denise nunca le contó a la madre de Kelsey.
¿A quién hay que llamar? Eso depende
Tenía problemas para decidir a quién contarle lo de Beth. Conocía a los padres de Beth, pero no lo suficiente como para realizar esa llamada. Me avergoncé al pensar cuán incómodo sería cuando inevitablemente nos encontráramos en la escuela. Además, uno nunca sabe cómo reaccionarán los padres.
¿Qué opciones tenía? ¿Nuestro rabino? ¿La policía? No siempre es fácil saberlo, dice Richard Weissbourd, un conferencista experimentado de la Escuela de Posgrado en Educación de Harvard, donde enseña una materia sobre la toma de decisiones morales y los niños que lidian con temas como estos.
“Sé que es frustrante, pero la respuesta siempre es ‘eso depende’”, dice Weissbourd. Depende de lo que tú sepas sobre las personas y la relación del chico con esas personas.
Si no hay ningún peligro inminente, Weissbourd sugiere discutir las opciones con el amigo de tu hijo. No tienen que contarle a sus padres, pero deben hablar con un consejero escolar o alguien parecido y buscar ayuda, y hazles saber que estarás al pendiente de ellos.
Mientras mi hija y yo seguíamos hablando, ella me dio la respuesta que buscábamos. Beth estaba viéndose con un terapeuta y mi hija sabía el nombre de esa persona. Hablé con el terapeuta y hablamos en una especie de código. No podía revelar los nombres de sus clientes, pero me agradeció por la información.
En la mayoría de los casos, los consejeros escolares deberían ser los primeros a quien acudir, dice Stephanie Rudolph, una terapeuta que ha trabajado con adolescentes por más de 15 años. Tienen la obligación legal de investigar y actuar rápido ante una emergencia, como cuando un chico tiene pensamientos suicidas, por ejemplo. Ellos tienen los recursos y saben cómo manejar las conversaciones entre los chicos y sus padres.
Cuando una de sus hijas adolescentes le compartió que una amiga estaba hablando sobre suicidio, Lisa T., una madre de Colorado, le dijo a su hija que tenían la obligación de contactar al director de la escuela. La adolescente estuvo de acuerdo y su amiga recibió ayuda.
“Lo que le digo a mis hijos es que si me cuentan algo sobre el bienestar, la salud o la seguridad de alguien más, como miembro de la ‘comunidad’, es mi responsabilidad hacer algo al respecto”, dice Lisa.
Sin embargo, es importante conocer un poco al consejero escolar o al director antes de compartir una información tan delicada con ellos. Como en cualquier otra profesión, algunos son un fiasco.
Juliann N. llamó al director de su escuela en Oregón cuando su hija de 8 años le confesó que una amiga estaba teniendo sexo con su tío y que bailaba desnuda para él. Días después, recibió una llamada de la enfurecida madre de la niña. El tío era en realidad su novio y ella no creía nada de la historia de su hija.
“Estaba llorando, gritándome, diciéndome que había arruinado su vida”, recuerda Juliann. “Me impactó por completo que el director revelara mi nombre y número de teléfono”, dice. “Hizo que en parte no quisiera volver a involucrarme en algo así”.
Secretos vs. seguridad
Cuando le pides a tu hijo que rompa una promesa que le hizo a un amigo, el resultado puede ser devastador. Se puede ganar la fama de ser un soplón o un chismoso y podría verse excluido socialmente. A pesar de su verdadera preocupación por las represalias sociales, nuestros hijos nos comparten estos secretos porque no pueden soportar esa carga solos. Buscan nuestra ayuda.
Cuando le des la noticia de que revelarás el secreto, Fox dice que es importante hacer énfasis en lo positivo: que es un buen amigo, que estás orgulloso de él. Incluso si la amistad termina por eso, debemos dejar claro que la alternativa a eso es tener un amigo que se lastima a sí mismo o que fallece.
“Es un tema de muchos matices”, me cuenta Fox. “No existen guiones a seguir, solo pautas con la idea de que quieres ser una persona en quien tus hijos puedan confiar y con quien puedan hablar hoy y siempre”.
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