Aquellos que han sido elegidos en último lugar para un equipo deportivo, descartados del elenco de una obra teatral o fallado en cumplir los requisitos para inscribirse en una clase de colocación avanzada saben cómo se siente ser excluido en la escuela.

En muchos sentidos, así es como nuestro sistema educativo está diseñado en general: un grupo selecto de niños es invitado a participar en clases electivas y extracurriculares, mientras otros son marginados. Mientras más alto sea el grado escolar, mayor es el índice de estudiantes excluidos. Para el momento en el que muchos estudiantes llegan a la escuela secundaria, ser excluido de una clase, club o equipo es algo que se da por sentado.

El pensamiento tradicional argumenta que la exclusión es parte de la vida, que no siempre serás seleccionado y que es mejor que los niños aprendan esto a temprana edad. Sin embargo, algunos educadores están comenzando a cuestionar este enfoque excluyente en el ámbito educativo. El propósito de la educación, señalan dichos educadores, no es competir por una calificación, puntuación o premio. En realidad, se trata de brindarles a todos los estudiantes acceso equitativo a todos los beneficios de la escuela. De manera que cuando un estudiante se gradúe, cuente con las bases académicas, emocionales y sociales que podrá desarrollar en su vida personal y profesional.

Ayudar a los niños a aprender a alcanzar el éxito en un mundo diverso y cambiante es el propósito de la escuela. Sin embargo, ¿cómo podrían aprender estas lecciones si son separados de algunos de sus compañeros o privados de ciertas oportunidades? “Quiero una comunidad donde todos mis estudiantes se gradúen y contribuyan a su comunidad, tengan empleo y alcancen su independencia de forma exitosa”, explica Joyce Carr, Supervisora de Educación Especial en el Distrito Escolar de Elmira City, el cual ha estado trabajando para aumentar la inclusión en sus escuelas. “Y si seguimos segregando grupos en las escuelas, esperando que se conviertan en adultos que actúen de forma armoniosa en nuestras comunidades y se respeten entre sí, no va a funcionar”.

“Las personas están notando que cuando garantizas que los niños tengan acceso a contenido, currículo y compañeros de educación general, siempre y cuando tengan el apoyo adecuado, todos los niños pueden alcanzar un gran nivel de desempeño”, señala Julie Causton, CEO de . Aunado a esto, los partidarios de la inclusión argumentan que beneficia a todos los estudiantes el exponerlos a una gama más amplia de ideas y experiencias, y los ayuda a entender el valor de la diversidad.

La evolución de una escuela inclusiva

Originalmente, “inclusión” en las escuelas hacía referencia a los estudiantes con discapacidades. (Puede que también hayas escuchado el término “integración”). La idea es que los estudiantes que reciban servicios de educación especial tengan la oportunidad de aprender con sus compañeros en aulas de clases generales, en lugar de ser segregados en programas separados.

En la actualidad, algunas escuelas están llevando la inclusión varios pasos más allá para garantizar que nadie sea marginado. Cualquier estudiante que quiera participar en una clase o extracurricular determinada es bienvenido. Una discapacidad, diferencia de aprendizaje, la raza de una persona, el género, orientación sexual o cualquier tipo de diferencia no debería impedir la participación del estudiante.

Los expertos afirman que la inclusión universal se reduce a crear una cultura donde todas las personas no solo tengan las mismas oportunidades, sino que se sientan respetadas, valoradas e incentivadas a aprovecharlas. Al pensar en culturas escolares inclusivas, explica Karla Manning, CEO de , una consultora que trabaja con escuelas para alcanzar objetivos en diversidad, equidad e inclusión para todos los estudiantes, es vital pensar en las formas en las que los estudiantes se “sienten bienvenidos en una escuela, lo mucho que se sienten apreciados, lo mucho que se sienten validados, lo mucho que se sienten vistos y escuchados”.

La inclusión total podría implicar que las chicas no solo sean incluidas en el club de robótica, sino que sean incentivadas activamente a unirse. También podría implicar que un niño, al que no le está yendo bien en ciencias, pueda cursar química AP con el apoyo necesario para aprender el material a su propio ritmo (una práctica educativa denominada aprendizaje basado en competencias). También, podría significar que un niño con una discapacidad física sea incluido en un equipo deportivo. ¿Y si la escuela aún quiere tener un equipo “estelar”? Entonces, podrían crear un segundo equipo para aquellos estudiantes que simplemente quieran practicar el deporte. Como siempre, el propósito de la inclusión total es brindarles una experiencia integral de aprendizaje a los niños.

Más allá de la integración en el aula de clases

Al estar frente a diferencias de aprendizaje o cualquier tipo de discapacidad, la inclusión puede ir más allá de “integrar” y ofrecer formas creativas de apoyar a estos estudiantes. Durante unos seis años, los educadores del Distrito Escolar de Elmira City, en New York, se han comprometido con este objetivo, asociándose con el Programa para la Inclusión y Educación en Neurodiversidad de la Universidad de New York.

“Estamos analizando a fondo las diferencias de todos, y no solo en la educación especial, sino en la forma en la que todos los estudiantes aprenden”, señala Carr. “Hacemos un gran esfuerzo en implementar cosas, como elegir la tarea, grupos flexibles y asientos flexibles. Los estudiantes pueden trabajar solos, pueden trabajar en pareja o pueden trabajar con cuatro personas”.

Las clases en las escuelas de Elmira City son enseñadas en conjunto por un maestro de educación especial y un maestro de educación general, que se enfocan en ofrecer diferentes formas de aprendizaje para que los estudiantes elijan. Esta práctica se conoce como instrucción diferenciada.

Causton, de Inclusive Schooling, ofrece el ejemplo de Adam, un estudiante de cuarto grado con autismo. A Adam se le dificulta estar quieto en su asiento y prestar atención cuando es hora de leer en voz alta. Algunos maestros podrían permitir que Adam se levante y camine por el aula mientras sus compañeros siguen escuchando en silencio.

Pero Causton señala que la decisión más inclusiva sería brindarles a todos los estudiantes varias opciones sobre cómo escuchar, tales como sentarse en su escritorio, mantenerse de pie tomando notas estilo grafiti en papeles fijados a la pared con cinta adhesiva, escuchar desde el piso bajo su escritorio o tomar notas de cabeza como Miguel Ángel. “Es la presencia de estudiantes como Adam la que nos hace replantear la educación tradicional porque, lamentablemente, no estaba funcionando desde el principio para muchos niños en esa aula de clases”, señala. La inclusión total “nos obliga a replantear la lección por completo, y el beneficio es lograr que la lección sea mucho más emocionante e interesante para todos”.

Desde que las escuelas de Elmira City implementaron la iniciativa de la inclusión, los estudiantes con discapacidades son sacados de clase con menos frecuencia, lo que implica que pierden menos tiempo de enseñanza. Los índices de graduación también aumentan poco a poco, señala Carr, y la asistencia ha mejorado.

Diversidad y equidad como parte de una educación inclusiva

En (DSST, por sus siglas en inglés), una red de escuelas chárter intermedias y secundarias, las consideraciones relacionadas a la diversidad y equidad influencian a los maestros y al resto del personal a reflexionar sobre la inclusión en todas las decisiones que toman. “La diversidad me invita a bailar. La inclusión me pregunta qué música me gustaría escuchar y la equidad crea un espacio en el que puedo participar, salir y bailar”, expone Aaron Griffen, el vicepresidente de diversidad, equidad e inclusión de la escuela.

Manning argumenta que las escuelas que buscan ser inclusivas deben priorizar el escuchar a los estudiantes, padres y miembros del personal mediante grupos focales o asambleas públicas. Debería existir una “transferencia de poder”, señala, para contribuir a que los miembros de la comunidad sientan que forman parte de la toma de decisiones importantes. Y eso implica permitir que los estudiantes tengan más control sobre su educación, tanto en lo que aprenden como en la forma de aprenderlo.

“A menudo, fallamos en preguntarles a los estudiantes ‘¿Qué quieren saber? ¿Qué quieren aprender?’”. Manning señala que en su escuela ejemplifica esto al pedirles su opinión a los estudiantes y al tomar sus ideas en serio.

En DSST, los estudiantes participan en reuniones matutinas semanales donde los representantes de grupos estudiantiles, tales como el Club LGBTQUIA, pueden dirigirse a sus compañeros de clase y discutir problemas o ideas. “Los estudiantes tienen participación y la capacidad de solicitarle al adulto a cargo de las reuniones que diga: ‘Me gustaría compartir algunas observaciones que hemos hecho, las cuales nos gustaría mejorar con ayuda de nuestros compañeros’”, señala Griffen.

Expandiendo la inclusión fuera del aula de clases

El aprendizaje no solo ocurre dentro del aula de clases, por lo que es importante que los educadores también tomen en cuenta la inclusión en actividades extracurriculares. Causton, de Inclusive Schooling, expone que las escuelas deberían comenzar por estudiar la participación en lugares como clubs y equipos deportivos. Si los estudiantes con discapacidades, estudiantes de color y otros niños marginados tienen poca participación, es hora de examinar por qué estos estudiantes no están participando y comenzar a eliminar los obstáculos.

“Creo que al final todo se reduce a tu entorno escolar y comunidad educativa”, afirma Carr. “Si segregas a los estudiantes a lo largo del día, no se sentirán cómodos en un entorno de educación general”.

Algunos distritos, como el , han instaurado una política que elimina el proceso de selección para ciertos equipos deportivos, una práctica que parece hacerse más común a nivel de la escuela intermedia. Otras escuelas ofrecen equipos deportivos unificados, un modelo de Olimpiadas Especiales que promueve los equipos inclusivos formados por estudiantes con y sin discapacidades.

Algunos niños podrían ser excluidos de oportunidades enriquecedoras a raíz del costo, pues las escuelas suelen cobrar una tarifa por gastos deportivos o por actividades. Es por ello que DSST reduce esa tarifa a $10 para cualquier estudiante que esté recibiendo beneficios de almuerzo gratuito o a un menor precio, de acuerdo con Griffen.

Los entrenadores también han sido capacitados para reconocer signos de discapacidades como TDAH, dislexia y pérdida de la audición, tanto para ayudar a determinar cuáles son los estudiantes que necesitan servicios como para adaptarse a las necesidades de los estudiantes en el campo de juego. Griffen indica que esa es una señal de que la escuela se está tomando la inclusión en serio: cuando el personal toma todas las decisiones desde ese punto de vista. “Estamos creando un entorno sustentable e inclusivo que está integrado al currículo, que está integrado al proceso, que está integrado a la programación”, afirma Griffen. “Eso se convierte en ‘lo que hacemos’”.

Desafíos para equilibrar el terreno

Las escuelas públicas con aulas de clase completamente inclusivas y oportunidades enriquecedoras son poco comunes. Para aquellas escuelas que intentan replantear “el método que siempre han usado”, existen dificultades iniciales e incluso resistencia considerable, tal como ocurrió con Hanover Park High School en Nueva Jersey, a la cual le llovieron fuertes críticas por eliminar el proceso de selección en su equipo de animadoras.

Un sistema que ha demostrado ser difícil de abandonar en algunas escuelas ha sido el de asignar estudiantes a un grupo específico según su rendimiento académico. Este modelo educacional agrupa a los estudiantes en distintos niveles o grupos, tales como básico, introductorio o de honores, según la habilidad de los estudiantes. Al pensar en equidad e inclusión, Manning señala que esta práctica es problemática, pues usa métodos estandarizados para “clasificar” a los estudiantes en lugar de verlos con base en su potencial.

Cuando se aplica este modelo, los estudiantes de color, los estudiantes con discapacidades y los que aprenden el inglés como segundo idioma suelen estar poco representados en cursos de nivel superior. Desde el punto de vista de Manning, sería difícil que una escuela que use este modelo sea considerada realmente inclusiva. “Simplemente es un sistema o una estructura que no es inclusiva respecto a las distintas habilidades y capacidades que tiene un estudiante”, argumenta.

Lo que se puede hacer

Para padres:

  • Si quieres ver más inclusividad en la escuela de tu hijo, comienza por hablar con el director y la Asociación de Padres y Maestros.
  • Descubre si tu escuela cuenta con un comité directivo o un grupo focal comunitario en torno a la diversidad, equidad e inclusión, y considera participar como voluntario.
  • Mantente informado con tu comité escolar y considera asistir a las reuniones para abogar por políticas más inclusivas.

Para administradores y educadores:

  • Para saber más sobre crear una cultura escolar inclusiva y modificar el currículo para cubrir las necesidades de todos los estudiantes, dale un vistazo al libro (Inclusión en Acción) de Nicole Eredics.
  • Considera comenzar una “auditoría” de prácticas y sistemas en tu escuela para examinar quién podría estar siendo excluido y cómo. “Es imperativo poner todo lo que haces bajo la lupa de la inclusión. Y tienes que preguntarte: ‘¿Estoy marginando a algún grupo con esta decisión?’”, indica Carr. “Y esto parte de algo tan simple como el método usado para enviarles información a los padres en casa y a la forma en que les indicamos a los niños que pueden retirarse”.

Este artículo es parte de nuestra serie de artículos transformando la escuela secundaria, una colección de historias, videos y podcasts que exploran las prácticas que preparan a los estudiantes para alcanzar el éxito en la universidad y más allá.