Mi hija de 13 años me acompañó a la oficina esta semana y se acomodó en un cubículo vacío, inmersa en su libro. No tardó en despertar el interés de mis compañeros de trabajo: ¿qué estaba haciendo?
Grafiti intelectual: una forma innovadora de tomar notas y responder al texto
Anotado con abundantes y meticulosas notas en cientos de notas adhesivas que sobresalen en todas direcciones, su libro Chains [Cadenas] de Laurie Halse Anderson, parecía el artefacto de una erudita fanática. ¿El método detrás de esta locura? La práctica se denomina IG – abreviatura en inglés de intellectual graffiti (grafiti intelectual) –, un término de marca registrada creado por su brillante maestro de artes del lenguaje, que ha conseguido que el tipo de lectura minuciosa y universitaria que solo los estudiantes de posgrado con TOC pueden apreciar, parezca genial para los estudiantes de secundaria.
Si a tu hijo le cuesta conectar con lo que está leyendo o no tiene mucho que decir cuando llega el momento de escribir un informe del libro, dale un paquete de notas adhesivas y pídele que haga grafitis mientras lee. Esto tiene dos funciones: 1) Aumentar el compromiso emocional de tu hijo. Un rápido ¡ja! o ¡qué aversivo! ayudará a validar la reacción visceral de tu hijo respecto al texto. 2) Para que tu hijo establezca conexiones intelectuales con el texto: puede preguntar “¿por qué?” o anotar “igual que mi mamá”. Tanto si los garabatos son emocionales o intelectuales, inteligentes o absurdos, la idea es que tu hijo se dé cuenta de que su su capacidad para responder al texto es tan importante como el propio texto.
“El IG”, les dijo el maestro de mi hija a los padres, “es el grafiti que se les permite hacer. Quiero que sientan que pensar es algo genial”. Si comparamos la respuesta anterior de mi hija a la lectura, que antes era monosilábica, con sus comentarios derrochadores actuales, es un indicio de que la estrategia de palabras del maestro funcionó.
Los maestros: un recurso desaprovechado por los padres
He aprendido mucho de los maestros a lo largo de los años. Cómo leer, cómo factorizar un polinomio, cómo diseccionar las implicaciones más oscuras de Moll Flanders y utilizar fuentes primarias. Una cosa que nunca esperé aprender de los maestros es cómo ser mejor padre. Ahora, con dos hijos en escuelas con maestros que regularmente superan mis expectativas, me suele sorprender cómo los buenos maestros saben cosas que muchos padres (especialmente yo) simplemente desconocen sobre (enlace en inglés).
Ahora que otro estudio de tantos sugiere que la moral de los maestros está en declive, vale la pena pensar en lo valiosas que son sus habilidades y en lo poco que las aprovechamos. Según la encuesta número 29 de MetLife sobre los maestros estadounidenses, el nivel de satisfacción de los maestros ha descendido 23 puntos porcentuales desde 2008 y más de la mitad de los maestros de las escuelas públicas del país dicen sentir altos niveles de estrés varios días a la semana (un aumento del 15 por ciento desde 1985).
A principios de esta semana, mi hija de 9 años se levantó y se vistió con un overol, se comió rápidamente un tazón de cereal y anunció que tenía que irse a la escuela de inmediato. ¿Por qué tanta prisa? pregunté. La escuela no empieza hasta dentro de una hora y media. “Pero si llego pronto a la escuela, el señor Chew me dejará limpiar el aula”, me dijo mi hija. ¿Es esta la misma niña a la que tengo que insistirle para que lave su plato después de cenar? Pero el señor Chew, en su sabiduría, ha creado un sistema que les permite a los estudiantes ganar puntos para un premio para toda la clase, como una visita a un parque o a una biblioteca cercana. El sistema se ha esparcido como fuego en un pajar. Cuando llegué con mi hija, otras cuatro niñas ya estaban trabajando alegremente (al parecer desde el amanecer) en busca de los codiciados puntos del maestro.
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¡No la llames tarea!
El mencionado maestro de artes del lenguaje incluso ha logrado cambiar la imagen de la tarea, relacionándola con un acrónimo genial de internet: SWIK [shows what I know] o “muestra lo que sé”, en español. “Se trata darles la oportunidad de demostrar lo que saben, no es solo un ejercicio sinsentido”, les dijo a un grupo de padres en la noche de regreso a la escuela (la noche de regreso a la escuela es un evento organizado por la mayoría de las escuelas, que generalmente se lleva a cabo un par de días antes de que comiencen las clases). Los estudiantes ahora lo corrigen si alguna vez utiliza la temida palabra tarea.
De hecho, los buenos maestros saben cosas sobre cómo motivar a los niños que muchos padres podrían usar. (Muchos de los momentos de paternidad mágica de los que he sido testigo han resultado ser de padres que también son maestros). Saben incentivar al grupo, saben de inspiración individual, del poder de la elección de las palabras, de la importancia de la constancia, del optimismo que crea un símbolo garabateado y del valor de la repetición.
Muchas de estas herramientas mágicas nos han ayudado a mi esposo y a mí a ser mejores padres, sin que los maestros que han influido en nuestras vidas lo sepan. Así que, si hay algún maestro por ahí leyendo esto, anímate. Sí, tu trabajo es duro y a veces probablemente ni siquiera estás seguro de cuánto están aprendiendo tus estudiantes. Pero no olvides las repercusiones de tus lecciones en todas las familias que has conocido a lo largo de los años.
Nuestras investigaciones sugieren que son los maestros en quienes más confían los padres a la hora de recibir consejos sobre sus hijos. Sí, los padres somos quienes mejor conocemos a nuestros hijos, pero a veces necesitamos los trucos de un profesional para que nos ayude a motivar a nuestros hijos.