Algunos años antes de que su hijo Omed empezase el jardín de infancia, Juana Martínez recibió algo llamado Encuesta de la Lengua Materna (Home Language Survey) en su correo.
Había cuatro preguntas inofensivas sobre los idiomas que se hablaban en casa. Lo rellenó sin pensarlo dos veces.
Pregunta 4: ¿Qué idioma hablan más a menudo los adultos en casa?
Respuesta: Español
Lo que no sabía era que esta respuesta iba a meterla de lleno en una de las batallas menos comprendidas en las escuelas de EE.UU. hoy en día.
Omed nació en México, pero le llevaron a California de bebé. Creció viendo Rugrats y hablando inglés. No pasó mucho tiempo antes de que su brillante hijo, aficionado a los libros, llegase a casa prácticamente en lágrimas.
“Mamá, la escuela es muy aburrida”, le dijo tristemente. “Sólo hablan en español”.
Está fuera de nuestro control (y del suyo)
Martínez llamó a la escuela. ¿Por qué su hijo, que habla con fluidez en inglés, estaba atascado en una clase donde sólo se habla español? La respuesta de Martínez a la pregunta número 4 provocó que le hiciesen una prueba a su hijo sobre sus habilidades en inglés y lo reprobó. Así que el distrito escolar lo etiquetó como un English Learner, también EL o ELL (aprendiz de inglés) y lo pusieron en un programa bilingüe de español para estudiantes de habla no inglesa. Cuando expresó su preocupación, los maestros la tranquilizaron. “Aprenderá español”, me dijeron. “Debería estar contenta”.
Martínez no estaba contenta. Había visto las estimulantes tareas de los amigos de su hijo que iban a clase de solo inglés. En contraste, las tareas de su hijo palidecían.
Tuvo una reunión con el director. Debe haber habido un error. ¿No podían cambiarle a una clase normal de habla inglesa? Ni ella ni el distrito escolar podían influir en la manera en que su hijo había sido etiquetado, dijo el director. Ya habían lanzado el tinte EL. Independientemente de sus habilidades lingüísticas, su hijo sería clasificado como aprendiz de inglés hasta al menos tercer grado, cuando el distrito podría decidir reevaluarlo.
No es difícil exagerar el desorden que hay en la burocracia del aprendiz de inglés. En cada estado, y a veces en cada distrito, hay diferentes detonantes para evaluar a los niños, diferentes definiciones del dominio del inglés, diferentes pruebas, diferentes enfoques en la enseñanza para estudiantes EL y diferentes políticas de reclasificación. “Un niño puede ser considerado apto en inglés en una escuela”, dice Robert Linquanti, experto en políticas de la Lengua Inglesa y un investigador en WestEd, “luego, cruzas la calle a un distrito diferente y eres considerado un Aprendiz de Inglés”. A la vez, es una de las pocas decisiones a largo plazo implicadas en la educación de un niño que excluye completamente a los padres.
Sin escuchar
Su hija estaba empezando el jardín de infancia en Berkeley Unified School District cuando Lisa Garcia Bedolla recibió la Encuesta de la Lengua Materna. Después de poner en el formulario que en casa se hablaba tanto español como inglés, se le informó que su hija tenía que hacer la Prueba para Medir el Desarrollo de Inglés de California (CELDT por sus siglas en inglés) antes de comenzar la escuela.
Cuando se enteró de la valoración, Bedolla comenzó a preocuparse. Un funcionario del distrito le explicó que la prueba podría durar hasta dos horas. Como profesora de educación en UC Berkeley, Bedolla dice que la prueba —someter a un estudiante de jardín de infancia a una prueba extendida de ortografía, lectura y expresión oral con un desconocido en una oficina cerrada— no seguía ninguna directriz básica para evaluar niños pequeños. “No era para nada apropiado para su edad”.
Cuando Bedolla se enteró de que su hija iba a ser denominada “English Language Learner”, se dispuso a arreglar el error. “Les dije, ‘Soy profesora de educación. Tengo un doctorado de la Universidad de Yale. Puede ver que no tengo ningún acento. Sé que mi hija habla inglés”. Recuerda que la respuesta del distrito fue escéptica. En un punto le explicaron que puede que no supiese a lo que ellos se referían por inglés. “Me sentí como si no estuviesen convencidos de que sabía de lo que estaba hablando,” dijo.
Como a Martínez, los funcionarios le informaron a Bedolla que no se podía hacer nada hasta después de obtener los resultados de la primera prueba estandarizada del estado de su hija, en cuarto grado.
Para Bedolla, la falta de involucramiento de los padres al etiquetar a niños como Aprendices de Inglés dice mucho sobre cómo los padres inmigrantes son considerados menos capaces de tomar decisiones para sus hijos. A diferencia de los programas honorarios, las clases AP, y las pruebas estandarizadas, donde los padres tienen un montón de derechos tanto dentro como fuera, el proceso, EL normalmente tiene pocas vías para la participación de los padres.
¿Es mi hija la punta del iceberg?
Bedolla escaló la cadena de mando con poco éxito. Al final, entregó una carta de petición al distrito (el primer paso para presentar una demanda). También planeó hacer públicas sus preocupaciones: el San Francisco Chronicle había aceptado un editorial que había escrito sobre el tema. Fue entonces cuando el distrito permitió que Bedolla rellenase una nueva Encuesta de la Lengua Materna y retiró el editorial. Esta vez no reconoció su herencia hispanohablante. “Fue triste para mí,” explicó.
Aunque Bedolla pensó que había cumplido con su deber como madre, su alma investigadora se preguntó, ¿era la experiencia de su hija sólo la punta del iceberg burocrático?
Analizó cómo los distritos en California operan las pruebas y el porcentaje de niños que reprueban. Su artículo, “Classifying California’s English Learners: Is the CELDT too Blunt an Instrument?” ofrece pruebas de cómo entre la encuesta, las valoraciones y muchas políticas de distritos, el proceso identifica a demasiados niños como aprendices de inglés. Encontró que muchos distritos requieren la prueba si se menciona otro idioma. Entonces, más del 90 por ciento de los niños reprueban. Aunque Bedolla se centró en las dificultades del proceso de calificación de EL de California, el debate sobre la calidad de las valoraciones de aptitud no se limita a California. Cuando el Chicago Board of Education administró su prueba de aptitud de inglés a niños que venían de casas donde se hablaba exclusivamente inglés, el 78 por ciento de los estudiantes de jardín de infancia falló. En una prueba parecida del Departamento de Educación de California, el 75 por ciento de los niños de habla exclusivamente inglesa no calificó como apto.
¡Nunca marque la casilla!
Muchos padres han aprendido a tratar con la burocracia de EL de maneras menos directas. A pesar de abogar ferozmente por su hijo, Juana Martínez no pudo cambiarlo o conseguir que lo volvieran a evaluar. (Al final le cambió de escuela). Cuando sus otros tres hijos comenzaron la escuela, se aseguró de rellenar el formulario de manera diferente.
De hecho, algunas comunidades de padres están al tanto de los problemas de la etiquetación como EL. Un estudio encontró que los estudiantes de habla hispana son propensos a ser identificados como EL más a menudo que sus compañeros de habla china, tal vez porque las familias de inmigrantes asiáticos evitan rellenar esas casillas. Un abogado de padres de bajos recursos dice que a menudo advierte a los padres para que consideren cómo rellenar el formulario acerca de si su hijo habla inglés.
Para muchos niños la etiqueta se convierte en un lastre educativo. Un estudio del análisis legislativo de California encontró que el 60 por ciento de los estudiantes clasificados como EL en jardín de infancia sería reclasificado como competente en séptimo grado. Un estudio de American Institutes for Research y WestEd encontró que solo el 40 por ciento es reclasificado como competente después de diez años en escuelas de California.
Si los niños todavía son etiquetados como EL en la escuela intermedia, normalmente se les ubica en clases aparte o no se les da acceso a clases rigurosas. En la secundaria, los niños EL están en peligro. que el 71 por ciento de los niños etiquetados como EL en noveno grado en Los Angeles dejó los estudios en 12º grado. reportó que en cuanto más tiempo sean los niños clasificados como EL, peor les va en los estudios.
¿Es culpa de la etiqueta?
Ha sido difícil saber qué dicen las estadísticas sobre el proceso EL. Es posible que las familias inmigrantes luchen contra la pobreza, los barrios peligrosos y otros factores que pueden impactar negativamente los estudios de sus hijos. Pero hay fuertes indicios de que en muchas escuelas la etiqueta EL tiene efectos negativos a largo plazo sobre la educación de los niños. En un estudio de 2005, la investigadora Rebecca Callahan utilizó datos nacionales de escuelas secundarias para comparar dos grupos de estudiantes. Un grupo había sido etiquetado como EL; el otro tenía el mismo nivel de inglés, pero no habían sido etiquetados como EL porque sus distritos tenían una definición diferente de dicha aptitud.
¿El resultado? Los inmigrantes recientes se beneficiaron de la etiqueta EL —obtuvieron los servicios extra que necesitaban, pero no se les prohibió atender a cursos rigurosos. Pero en muchos de los niños que fueron identificados EL y que han vivido en Estados Unidos la mayor parte de su vida, la etiqueta EL tuvo una influencia negativa en sus estudios. ¿La razón? Muchos programas EL están diseñados para asegurarse de que los niños adquieran cierto nivel de inglés antes de poder incluirles en clases normales, honoríficas o AP.
Trampa-22
“La competencia del inglés es como un portero”, explica Callahan, quien ahora es profesora de educación asociada en la Universidad de Texas. “Los niños no acceden a los cursos que necesitan y se quedan más y más atrás. Luego no pueden aprobar el examen de aptitud porque no han tenido acceso a los estudios que necesitaban. Es la Trampa-22”. Callahan dice que muchas escuelas han cambiado para asegurarse de que los aprendices de inglés reciban clases exigentes, pero la Trampa-22 sigue prevaleciendo.
Para los millones de niños cuya lengua materna no es el inglés, se supone que los programas y servicios EL crean una red de seguridad. Y a veces funciona. Pero para muchos niños, la realidad es bastante diferente. A veces, este sistema — diseñado para ayudar a los niños con mayores necesidades— sólo termina creando dos vías de educación: separadas y desiguales.
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Qué hacer al enfrentarse a la etiquetación como EL —en cualquier punto de la educación de su hijo.