Jeni, mi exesposa, llamó para contarme la noticia: un grupo de chicos de escuela intermedia había hostigado a nuestra hija, Tiana. No fue nada físico o amenazante, pero tuvo suficientes connotaciones sexuales para que una niña tímida y sensible de séptimo grado se sintiera profundamente incómoda. Jeni quería decirle a la directora. Ella quería que se hiciera algo.
Tiana no estaba tan segura. Como regla, evitaba la confrontación. Estaba molesta, pero el escándalo no era su estilo.
En ese momento, empatizaba con mi hija. Recordé lo brutales que habían sido mis años de escuela intermedia, lo que resultó en mi carácter fuerte. ¿Quizás lo mismo sucedería con Tiana?
Jeni insistió. Ella nos convenció de que esto era demasiado importante para dejarlo pasar, que era nuestra responsabilidad con todas las chicas de nuestra escuela intermedia reportar este mal comportamiento.
Entonces nos reunimos con la directora, Rebecca Cheung.
Su respuesta no nos entusiasmó del todo, al menos no inicialmente. La directora Cheung nos dijo que, en casos como estos, su recomendación era que la parte perjudicada confrontara personalmente a la persona que había dicho o hecho algo dañino. Sugirió que Tiana debía explicarles a los chicos por qué lo que habían dicho era tan doloroso.
Esto no nos sentó bien a ninguno de nosotros. ¡Tiana era la víctima! ¿Por qué debería verse obligada a dirigirse directamente al ofensor? Para una niña tímida, la experiencia seguramente sería insoportable.
Ahora era el turno de la directora Cheung de insistir. Ella describió los beneficios para Tiana: defenderse sería beneficioso para el crecimiento emocional y el sentido de autoestima a largo plazo de Tiana. La confrontación ocurriría en la oficina de la directora Cheung, bajo su supervisión. Ni a Jeni ni a mí nos permitirían asistir, otro elemento que promueve el objetivo de lograr que Tiana se defienda a sí misma. La directora Cheung nos dijo que había hecho esto muchas veces antes con buenos resultados para todas las partes. Aunque todavía estábamos inquietos, decidimos probar este método.
Eso fue hace 10 años. Después de este incidente, la escuela secundaria llegó como una avalancha, seguido de la universidad, viajes al extranjero y novios serios. Todos nos olvidamos del incidente en la escuela intermedia… hasta hace poco.
Un día a principios de este año, comencé a preguntarme cuánto de la joven fuerte, segura, completamente sin miedo a abogar por sí misma o por otras personas que conozco hoy nació en ese momento en la oficina de la directora Cheung. Cuando mi estudiante de séptimo grado dejó de lado su timidez, miró a un niño a los ojos y le explicó su fechoría: ¿fue ese el momento clave que formó a mi hija para siempre?
Pensé que la respuesta podría ser útil para cualquier persona con un hijo en la escuela intermedia. La escuela intermedia es conocida por todos, padres, maestros y estudiantes, como una transición dolorosa entre el abrazo enriquecedor de la escuela primaria y el emocionante drama de la escuela secundaria. Tendemos a pensar en la escuela intermedia como una etapa que debe ser soportada, superada y tolerada. Como padres, nuestro impulso a menudo es tratar de proteger a nuestros hijos de las situaciones más complicadas y seguir mirando hacia el futuro.
Pero un par de décadas de investigación en neurociencia nos informa que la adolescencia temprana, especialmente para las niñas, es un período enormemente importante de crecimiento y transformación neural. El cerebro literalmente se reconstruye, sobre la marcha. Algunos psicólogos del desarrollo creen que hacer las intervenciones educativas y de desarrollo adecuadas en la escuela intermedia podría ser tan importante como cualquier cosa que ocurra en el período de 0 a 3 años, que se cree que es la etapa de desarrollo más importante de la vida.
“La cantidad de cambios neurológicos y de desarrollo que ocurre en esta etapa hace que la escuela intermedia sea la segunda y última ventana importante en la que el cerebro se reorganiza masivamente”, dice Diane Divecha, psicóloga afiliada al Centro de Inteligencia Emocional de Yale. “Es un gran período de vulnerabilidad y oportunidad. Deberíamos dedicar tantos recursos, estudios, atención, dinero y programas de apoyo a este período como lo hemos hecho para el rango de 0 a 3 años”.
En retrospectiva, es imposible determinar exactamente cómo un solo evento puede afectar el proceso general de madurez y crecimiento personal de cualquier persona. Pero no me di cuenta antes de investigar los cómo y por qué de la experiencia de mi hija de lo importante que es adoptar una postura proactiva para ayudar a los estudiantes de escuela intermedia a aprender a crecer en un momento en que todo (sus cerebros, sus hormonas, su sentido de identidad propia) se encuentra en un estado de turbulencia. No podemos proteger a nuestros hijos de estos traumas: necesitamos afrontarlos directamente, como lo hizo la directora Cheung, y mostrarles a nuestros hijos cómo crecer gracias a ellos.
Rebecca Cheung ahora trabaja como coordinadora académica para el Instituto de Liderazgo Principal de la Escuela de Posgrado en Educación de UC Berkeley. Recordaba a Tiana, aunque no recordaba los detalles de este caso particular de hostigamiento.
Reconoció que su recomendación de una reunión entre el acosador y la víctima era un procedimiento operativo estándar durante su época como directora. Manifestó que muchas chicas habían pasado por experiencias similares durante su cargo. Cheung explicó que la escuela intermedia es un desafío para todos, pero es especialmente difícil para las chicas.
“Lo que dicen las investigaciones es que, en general, las chicas maduran más rápido que los chicos, y las niñas realmente viven el período de la pubertad durante la escuela intermedia”, dice Cheung. La pubertad y la adolescencia vienen con muchos despertares para los niños en relación con su cuerpo físico: su identidad, problemas de belleza, hormonas. Para ellos, es una etapa realmente difícil de navegar, física y psicológicamente.
Según Cheung, su decisión de reunir a las víctimas y a los perpetradores de un incidente de acoso u hostigamiento para hablar en su oficina fue un esfuerzo consciente para fomentar el empoderamiento de los jóvenes, “en parte informada por algunas teorías sobre la resiliencia y la defensa y voz de los estudiantes”.
“Recuerdo muchos otros casos de tener que ayudar a los niños a encontrar su propia voz al enfrentar este tipo de problemas”, dice Cheung. “Recuerdo haberles dicho que no siempre iba a estar allí para resolver esos problemas por ellos. Parte de nuestro papel es ayudarlos a defenderse por sí mismos”.
Según Cheung, el enfrentamiento resultante no fue una situación de nadar o dejarse llevar por la corriente para Tiana ni para cualquier otra niña o niño. Fue un esfuerzo guiado por un adulto para resolver problemas mientras se desarrollaban las fortalezas del niño. Al estar presente en la sala y prestar su autoridad en la interacción, Cheung dice que dejó en claro a ambas partes que esta era una interacción importante, que, en su posición como directora y líder de la escuela, estaba usando su autoridad para “apoyar a Tiana… para enfatizar la importancia de hacerse escuchar”.
Cheung explica que simplemente usar su poder para dar una reprimenda a la parte infractora por el error cometido sería contraproducente.
“Los estudiantes tienen que hacerse escuchar por sí mismos. De eso se trata la autodefensa. Si intercedo por ella, podría estar reforzando la mentalidad de víctima en ella. En cambio, es como si estuviera tomando mi poder y usándolo para decir ‘esto es realmente importante y necesitas escucharlo ahora’”.
“La victimización ocurre cuando no puedes salir de ese espacio o mentalidad de miedo”, continúa. “El empoderamiento es ir más allá del miedo, poder hablar y decir lo que piensas y que luego ambos den su palabra y sigan adelante”.
Me pregunto: ¿Alguna vez fue un arma de doble filo? ¿Hubo ocasiones donde no se dio la resolución?
“Claro, por supuesto que eso pasó”, reconoce. “Y luego lo hacemos de nuevo. Pero, en el transcurso, tenemos conversaciones individuales con los estudiantes que tienen dificultades y hablamos sobre por qué es difícil hacerlo. Este tipo de habilidades requieren tiempo y práctica para desarrollarse y, a veces, son realmente desconocidas o incómodas para los niños, por lo que creo que tenemos que hacer lo correcto para ellos, que es darles una segunda oportunidad”.
Curiosamente, según Divecha, el enfoque de Cheung era contrario a la “sabiduría convencional sobre el acoso y el hostigamiento”.
“No se recomienda la mediación entre pares porque estás volviendo a poner al objetivo del hostigamiento en la relación con las personas que lo hicieron”, dice Divecha.
Lo cual, por supuesto, era precisamente la preocupación que tenía como padre cuando Cheung sugirió por primera vez reunir a los estudiantes para hablarlo.
Divecha señaló, sin embargo, que también es posible que “la directora fuera lo suficientemente sofisticada como para refinar esa interacción para que tu hija no se sintiera victimizada nuevamente…y hacer que esto suceda para ayudarla a sentirse segura de sí misma para enfrentar algo como una transgresión a su dignidad”.
Inmediatamente después de la “interacción”, Tiana no nos contó mucho sobre lo que sucedió, excepto para notar que los muchachos estaban extremadamente avergonzados. El comentario de hostigamiento inicial que le habían hecho los muchachos a Tiana era acerca de si ella sabía “dónde ponerse el tampón”. Aparentemente, tener que contar este incidente frente a la directora no era una experiencia que los muchachos hayan disfrutado.
Pero en un momento en que la estructura misma de su cerebro está en un gran flujo, tal vez sea bueno verse obligado a sentirse muy avergonzado por su propia broma de mal gusto. Y, a la inversa, parece posible que el estímulo de la directora para que Tiana abogara por sí misma haya tenido reverberaciones descomunales, dado que ahora sabemos que todo lo que sucede en la escuela intermedia tiene un impacto mayor de lo normal.
Y esa me parece la razón a la cual aferrarse. Incluso si la intervención de la directora Cheung realmente ayudó o no a transformar a mi hija en la adulta que es hoy, está claro que la escuela intermedia es un momento en que tales intervenciones hacen una gran diferencia. Tenemos que dejarle de temer a la escuela intermedia y aprender a aceptarla. El potencial para alentar el crecimiento personal positivo a largo plazo y desarrollar las fortalezas de tu hijo es simplemente demasiado grande como para ignorarlo.
Translated by: SpanishWithStyle.com