“Los jóvenes son caldeados por la naturaleza así como los borrachos por el vino”.

Así afirmó Aristóteles hace más de 2.300 años, pero en años recientes la neurociencia nos ha enseñado a culpar menos a la naturaleza por la conducta errática, febril y a menudo imprudente de nuestro adolescente y responsabilizar más a su cerebro en desarrollo.

Hasta hace bastante poco, los científicos asumían que el cerebro humano alcanzaba la madurez alrededor de la época de la escuela primaria. Sin embargo, tomografías cerebrales realizadas en la década de 1990 revelaron que el cerebro experimenta una gran transformación entre los 12 y 25 años de edad. El cerebro no sigue creciendo; en lugar de ello, desarrolla y forma conexiones que lo hacen más rápido y eficiente. La región ejecutiva del cerebro, la cual monitorea la planificación, organización y otras habilidades ejecutivas importantes sigue en construcción en el cerebro adolescente, lo cual explica por qué tu adolescente puede parecer maduro un momento y al siguiente retroceder a un estado casi comparable al de la niñez temprana.

Un artículo de National Geographic titulado (enlace en inglés) señala que el cerebro adolescente se encuentra sin madurar por un motivo: las cualidades que, en ocasiones, hacen a la conducta adolescente tan desconcertante también aumentan la capacidad de adaptación ante los desafíos y demandas que los humanos enfrentan a medida que se alejan de la seguridad de la infancia hacia el mundo adulto.

Por ejemplo, asumir riesgos y concentrarse en los amigos, conductas que alcanzan su auge durante la adolescencia, impulsan a los adolescentes a probar nuevas cosas y desarrollar nuevos talentos, intereses y conexiones. Al mismo tiempo, debido a que el cerebro adolescente sigue en desarrollo, resulta extremadamente flexible. Cuando termina de desarrollarse, el cerebro adulto será más rápido y confiable, pero también más resistente al cambio. Dicha flexibilidad les brinda a los adolescentes una alta capacidad de adaptación mientras salen al mundo exterior y comienzan a explorarlo.

Por lo tanto, si tu adolescente pierde su teléfono una y otra vez, recibe una multa por exceso de velocidad o se niega a estudiar para un examen, consuélate. De acuerdo con National Geographic, “puede parecer un poco absurdo que los humanos no maduremos a una edad más temprana. Sin embargo, si maduráramos más pronto, terminaríamos siendo más tontos”.

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