El catastrófico berrinche de mi hijo ocurrió en un supermercado. Estaba a punto de cumplir 3 años, su hermano menor todavía era un bebé, y el cansancio nos comenzaba a pasar factura. Hicimos una parada en el supermercado cuando regresábamos del parque. Sabía que era una decisión arriesgada. Usando una mano para equilibrar la cesta de las compras y a mi hijo menor, que dormía en el portabebés, y sujetando la mano pegajosa de mi hijo mayor con la otra, apenas me había unido a la fila para pagar cuando mi hijo gritó emocionado: “¡Jugo!”. Una deslumbrante variedad de bebidas costosas (por no decir azucaradas), ubicadas justo al nivel de sus ojos, llamó su atención. Le dije que no. Y fue entonces cuando comenzó la gran crisis del supermercado. Rompió en llanto de forma colérica y comenzó a gritar y a darle puñetazos a la puerta del refrigerador. Mientras mi hijo caía desplomado en medio del escándalo, el bebé se despertó y comenzó a llorar también.

La tormenta dentro del niño pequeño

¿Qué son estos estallidos de emociones incontrolables que sufre nuestro hijo?

“Los berrinches son la manera que tiene el niño de decir: ‘¡Quiero eso!’”, explica la pediatra Laurel Schultz. “Quiero ese juguete. Quiero ese trozo sucio de chocolate que se me cayó y no me permites comer’. Los niños se ven abrumados por sus emociones, y esto termina causando un berrinche”.

Schultz explica que los niños pequeños tienen poco control sobre su vida y pocas palabras para comunicar sus deseos y disgustos. Los berrinches son una expresión normal de frustración por parte de un niño que quiere salirse con la suya y aún no tiene las habilidades para expresarse. Sin embargo, que sean normales no quiere decir que sean divertidas, o fáciles de manejar. A continuación, te presentamos las mejores tácticas que los padres y cuidadores pueden usar para controlar un berrinche que ya haya comenzado.

9 consejos para lidiar con los berrinches mientras ocurren

  1. Nunca cedas.

    Esto es fundamental y aplica para todos los niños, según Schultz, quien me felicita por no haber comprado aquel jugo tan costoso, sin importar lo terrible (o vergonzoso) que haya sido el berrinche de mi hijo. ¿Por qué? Porque si le compras esa bebida azucarada del supermercado, aprenderá que hacer berrinches es una excelente forma de obtener lo que desea, y volverá a hacerlo la próxima vez. Si ya te negaste a comprarle un juguete nuevo, o tu hijo se rehúsa a ir al preescolar, no cedas en pro de mantener la calma. Puede que no logres controlar este berrinche, pero estarás controlando futuros berrinches antes de que ocurran. Según Schultz, “Cuando un niño más grande, de 4 años en adelante, hace berrinches a menudo, normalmente se debe a que la conducta ha sido reforzada por los padres”.

  2. Mantén la calma.

    Nunca regañes, sacudas o golpees a tu hijo. Solo vas a empeorar las cosas, pues estás intensificando la situación. Háblale a tu hijo de forma amable, pero firme. Por ejemplo: “Por favor, exprésate con palabras” o “hablaremos cuando termines de gritar”. Si tu hijo comienza a dar golpes o patadas, sujétale con cuidado las manos o los pies, y dile con serenidad: “No des golpes. No des patadas”. Generalmente, los niños sienten miedo de sus propias emociones fuertes y de la pérdida del control de las mismas; si tú también pierdes el control, no harás más que empeorar las cosas. Si conservas la calma, le darás un ejemplo de conducta a tu hijo y le ayudarás a aprender a hacer lo mismo.

  3. Dale prioridad a la seguridad.

    Cuando tu hijo tenga un berrinche, primero asegúrate de que no pueda lastimarse a sí mismo o a quienes le rodean. Si se niega a moverse, levántalo con cuidado y cárgalo hasta un lugar seguro y tranquilo donde esté fuera de peligro y, preferiblemente, aislado de lo que causó el berrinche.

  4. Demuéstrale que lo entiendes.

    Muchos berrinches ocurren a raíz de una discrepancia: tu hijo quiere algo y tú no quieres que lo tenga, bien sea más tiempo en el parque, una golosina o la libertad de hacer algo peligroso. Si te limitas a rechazar la petición de tu hijo, estarás propenso a entablar una lucha de poder. Tienes más probabilidades de controlar la situación si le demuestras a tu hijo que entiendes cómo se siente, usando frases reconfortantes como “sé que te mueres por una galleta, cariño; te entiendo”, y “te enoja no poder acariciar al perrito, ¿verdad?”.

  5. Menos atención puede significar más.

    Sin embargo, si tu hijo no hace más que agitar los puños y proferir gritos enervantes, la mejor opción es esperar pacientemente con un mínimo de atención, afirma Michael Potegal, neuropsicólogo del Centro Médico de la Universidad de Minnesota, quien aparte de investigar los berrinches, también es padre. “Prestarle atención al niño refuerza la conducta, porque lo que él busca es atención, incluso si es negativa”, señala.

  6. Crea una oportunidad para que se calme.

    A medida que el berrinche disminuye, siéntate en silencio con tu hijo hasta que se calme. Si estás en un lugar público, llévalo a un rincón tranquilo, al exterior o al auto. En muchos casos, tendrás que cargar al niño, y eso está bien.

  7. ¿Quieres probar un tiempo a solas?

    Algunos expertos dicen que el tiempo a solas es demasiado punitivo; otros dicen que puede ser una forma útil de presionar el botón de reinicio. Si aplicas el tiempo a solas, que sea un período corto, indica el psicólogo infantil John Duffy. “Recomiendo un minuto por año, así que un niño de 3 años debería tener un tiempo a solas de 3 minutos”, agrega Duffy. “Es lo máximo que puede tolerar un niño pequeño, y lo máximo que resultará edificante para él. El objetivo del tiempo a solas no es el castigo. El mensaje debería ser: ‘Vamos a alejarte del estímulo que está causando el problema. Tomaremos un pequeño descanso’. La idea no es castigar a tu hijo, sino darle tiempo y un espacio tranquilo para controlar sus emociones”.

  8. Incentiva el autocontrol.

    “El objetivo es que tu hijo aprenda a calmarse por sí mismo, a recuperar el control”, indica Potegal. Los padres pueden demostrar cómo mantener la calma y respirar profundo. Cuando tu hijo se haya calmado, dale un abrazo para hacerle saber que todo está bien.

  9. Háblenlo después.

    Unas horas más tarde o incluso al día siguiente, comenten sobre lo ocurrido. Las palabras que uses dependerán de la edad de tu hijo. Asegúrate de que sea una conversación breve. Puedes decir algo así: “¿Se te ocurre alguna manera de pedir golosinas sin tener que gritar?” o “la próxima vez que tengamos que irnos del parque, ¿preferirías que te avise con más anticipación?”. Si es un niño pequeño, puedes sugerirle las palabras que podría usar; si es uno mayor, incentívalo a aportar sus propias ideas. Como se mencionó anteriormente, la idea no es avergonzar o castigar a tu hijo, sino ayudarlo a desarrollar métodos más constructivos para manejar emociones complicadas o circunstancias frustrantes.

Aquel día en el supermercado, no sabía qué hacer. Por suerte, recibí ayuda inmediata de un experto. Me había salido de la fila y estaba vigilando a mi hijo, tratando infructuosamente de razonar con él mientras intentaba calmar también al bebé. Estaba a punto de comprar el jugo cuando la dueña de una guardería del vecindario se me acercó. Me dedicó una mirada empática. Notando mi impotencia, dijo: “Hagas lo que hagas, ni se te ocurra ceder ahora”.

Si tienes la suerte de ver la tormenta formándose, puede que seas capaz de detenerla. ¡Lee y memoriza estos siete consejos para que siempre estés preparado!